El país de los nuevos pronombres

Antes se dividía a la gente entre izquierdistas, derechistas o centristas. Hoy esa clasificación ya huele a naftalina. El pueblo, con más ingenio que la academia, ha inventado otra gramática política: la de los pronombres del descaro y la decencia.

Ya no importa tanto si alguien cita a Marx, a Hayek o a un manual de autoayuda. Lo que define es si pertenece a los Ellos, a los Ustedes o al rarísimo grupo de los Nosotros.

Ellos: los especialistas en lo ajeno

Ellos son siempre plurales porque nunca se ensucian solos las manos. Suelen autodenominarse “operadores prácticos” o “hombres de resultados”, pero la gente los identifica rápido: se sientan en el banquete del Estado con servilleta de seda y cubiertos de oro… aunque el menú lo paga el contribuyente.
Ellos no roban, “gestionan”. No reciben coimas, “hacen trámites expeditivos”. No saquean, “liberan recursos”. Son tan hábiles que hasta sus pecados los camuflan en informes oficiales.

Ustedes: los magos del vacío

Más desfachatados, Ustedes ni siquiera se preocupan en disimular. Son el pronombre de la insolencia. Inauguran carreteras que terminan en precipicio, levantan hospitales sin médicos y convierten cada programa social en su cofre personal.

Ustedes llaman a la rapiña con nombres que suenan rimbombantes:

“ocurrencia”, porque todo saqueo necesita disfrazarse de creatividad repentina.

“genialidad repentina”, como si el robo fuese fruto de un destello visionario.

“idea brillante de bolsillo”, porque siempre cabe en una coima doblada.

“creatividad de cloaca”, la que huele a podredumbre pero se anuncia como modernidad.

Y a la estafa, claro, la llaman “emprendimiento disruptivo”.
Su gran talento es hacer desaparecer fondos con la misma elegancia con la que un ilusionista hace desaparecer palomas en el aire.

Nosotros: los sospechosos de decencia

En un país donde todos llevan antifaz, Nosotros somos los que incomodan porque no usan máscara. Los tachan de ingenuos, de “no entender cómo funciona el sistema”, de ser bichos raros en un zoológico de hienas.
Nosotros no facturamos favores, no cambiamos principios por dietas, no vemos el Estado como botín. Y por esa anomalía, por esa resistencia a doblarse, terminamos siendo marginados como si la honestidad fuese una patología.

El carnaval de los pronombres

La calle ya aprendió la gramática:

Cuando alguien aparece en un audio comprometedor… “¡Ese es de Ellos, obvio!”.

Cuando un empresario gana contratos sin oficinas… “Ese es de Ustedes, pues”.

Cuando un funcionario renuncia antes de mancharse… “Mira, uno de Nosotros”.

Cada cual con su disfraz, con su máscara, con su pronombre. Lo único claro es que la política ya no se divide entre izquierdas y derechas, sino entre los que saquean, los que delinquen con estilo y los pocos que todavía creen en jugar limpio.

Editorial irónico de cierre

En este país, la ideología es apenas un maquillaje barato. El verdadero carné de identidad no lo dicta la doctrina, sino el pronombre.
Porque al final, la historia no preguntará si fuiste de izquierda o de derecha, sino si fuiste Ellos, Ustedes o Nosotros.

Deja un comentario