(Por: * Francisco VALDEMAR Chávez Alvarrán)
Se ha preguntado alguna vez, porque de niño, sus padres o maestros le insinuaron, inculcaron y hasta imploraron en algunos casos, que tuviera cuidado, ¡Ten cuidado hijo o hija! ¡Para cruzar la calle mira a ambos lados, cerciórate que este libre! ¡Ten cuidado con tus cosas, para que no las pierdas! ¡Ten cuidado con tu dinero! ¡Ten cuidado…! ¿Exceso de protección…? Nooooooooooooo!, PRE-VEN-CION; y a pesar de tener ese concepto temprano, descuidamos la prevención y actuamos la mayoría de las veces de manera irresponsable.
Pero, ¿por que tratamos este tema a partir de un recuerdo tan simple?, la respuesta es sencilla. Porque está a flor de piel y al tocarlo golpeará nuestra historia, personal o colectiva, pero más importante aún, por que es algo sensible a toda nuestra actividad y el ignorarlo NOS CUESTA, caro o barato, pero nos cuesta.
Somos mas vulnerables cuando mas expuestos estamos al peligro, cuando obviamos la prevención del riesgo, cuando irracionalmente nos sometemos al riesgo, natural o generado por nosotros mismos.
Ya dijimos que la prevención como concepto toca toda actividad y, cuando hablamos de desarrollo de la gestión del riesgo de desastres, nos estamos refiriendo a la forma de encarar aspectos que tienen que ver con el desarrollo sostenible nuestro, de nuestro país, como objetivo económico y social; personal y de los gobiernos.
Aplicar herramientas que nos conduzcan a obtener resultados satisfactorios para ese desarrollo sostenible, implica necesariamente introducir como variable de obligatorio cumplimiento, la prevención; eje transversal en la implantación de un programa, un proyecto, acción o tarea.
Planificar con el componente de la prevención, los programas, proyectos, actividades y tareas es una condición imprescindible y esencial. El costo social y económico, producto de la improvisación o de la omisión de la prevención; concurre en pérdida de vidas humanas y de la producción en general, lo que se traduce en menoscabo para cada persona, localidad, región o país.
Muchas veces la ausencia de actividades, planes o tareas de prevención, que debieran ser de obligatorio cumplimiento, concurrentes con los temas de planificación y de inversión, generan elevadísimos costos, que perjudican el presupuesto público o privado, solamente por la falta de previsión.
En el mundo y en nuestro país tenemos un sin número de ejemplos dolorosos y muy costosos, y a pesar de las leyes, y a pesar de las recomendaciones y a pesar de cuanto nos empeñamos en recomendar, para la prevención, actuamos a contracorriente: construimos en los cauces de los ríos y quebradas o sobre terrenos deleznables, estas construcciones son validadas por las autoridades que gestionan veredas, calles e instalan servicios básicos; construimos sin ponderar que vivimos en una región de alta sismicidad y de fuerte impacto natural, las autoridades aprueban los cambios de uso y la zonificación, y por ejemplo, ahí están las edificaciones de propósito multifamiliar, mal ubicadas, que han multiplicado el riesgo, generando altísima vulnerabilidad de la población.
Es responsabilidad mayor –moral y legal- de aquellos que pudiendo evitar el peligro, reducir o evitar el riesgo; optan por la comodidad de mirar hacia otro lado, sin asumir la consecuencia u omisión de sus actos. Pero no es el ánimo de estas reflexiones caminar hacia el señalamiento o juzgamiento de tal o cual actuación, es nuestra intención remover la conciencia de cada autoridad, de cada poblador, citadino o rural, tengan responsabilidad en sus actos, sean estos de carácter personal o colectivo.
La prevención, la seguridad, la gestión del riesgo de desastres, la defensa civil, como concepto de cuidar y preservar la vida, es tarea de todos.
* Economista, Especialista en Planeamiento Estratégico.