Lejos de ofrecer una estrategia para abordar el complejo problema de la violencia contra la mujer y establecer políticas concretas para romper ese terrible flagelo, las personas encargadas de tomar las decisiones, que pueden incorporar esfuerzo y recursos solo demuestran un desprecio oculto y casi cómplice. Y eso no es una diatriba, es realidad plasmada en el centralizado mundo por todo lo que lo rodea, mas cerca o mas lejos, no importa, la violencia que desde la discriminación se presenta es la nueva forma de pobreza, esa que primero mata el alma y luego la esperanza.
Un logro importante en el último decenio es que se reconoce, cada vez más, que la violencia contra las mujeres es un importante problema de salud pública. En gran medida, como resultado de la continua incidencia política por parte de las organizaciones de mujeres, el problema ha ocupado un lugar en el temario de una serie de conferencias internacionales. Los compromisos contraídos, durante estas conferencias, por los gobiernos, organismos internacionales y donantes participantes, generaron una creciente atención hacia este problema alarmante en todo el mundo.
La violencia basada en el género o «violencia contra las mujeres» abarca muchos
tipos de comportamientos físicos, emocionales y sexuales nocivos para las mujeres y las niñas, que son practicados con más frecuencia por miembros de la familia, pero a veces también por extraños. La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer incluye la siguiente definición, hoy ampliamente aceptada, de este tipo de violencia…
… todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener corno resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, asf como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.
Esta definición sitúa la violencia contra las mujeres en el contexto de la desigualdad relacionada con el género como actos que las mujeres sufren a causa de su posición social subordinada con respecto a los hombres.
Hay un gran debate acerca de una terminología sobre la violencia basada en el género aceptada en forma universal. En los países latinoamericanos, la mayoría de las leyes y políticas emplean el término «violencia intrafamiliar» cuando se refieren principalmente a la violencia contra la mujer perpetrada por su pareja. La OPS utilizó inicialmente el término «violencia intrafamiliar» en los primeros días de su labor en esta área, pero luego ha cambiado al empleo de «violencia basada en el género» o «violencia contra las mujeres» para referirse a toda la gama más amplia de actos que comúnmente sufren las mujeres y las niñas, realizados tanto por sus parejas y los miembros de la familia como por individuos ajenos a ella.
¿Por qué la violencia basada en el género es invisible en el sector de la salud?
Pensé que había solo pocas personas que vivan de esta manera y que era algo vergonzante…Pensé que sería embarazoso para alguien descubrir que un hombre me estaba golpeando de ese modo.» Ellsberg et al. 2000. Las investigaciones internacionales
sistemáticamente han mostrado que las mujeres que viven con violencia sufren una amplia gama de graves problemas físicos y mentales y recurren a los servicios de salud con mas frecuencia que las mujeres no expuestas a maltrato. A pesar de esto, los registros médicos rara vez identifican la violencia como una razón para consultas médicas y, como confirmó el estudio de la «Ruta Crítica», la mayoría de los proveedores de servicios de salud no considera que la violencia sea un problema importante en su trabajo (Heise, EUsberg y Gottemoeller 1999).
Muchos estudios indican que las mujeres que viven situaciones de violencia rara vez revelan espontáneamente su situación al personal médico, aun cuando busquen ayuda para problemas relacionados con la violencia, como las lesiones físicas. Por su parte, los proveedores de servicios de salud muy pocas veces preguntan a las mujeres si han sufrido
violencia, a pesar de que existan signos evidentes de maltrato. La situación descrita por una médica nicaragüense en el estudio de la «Ruta Crítica» es representativa de lo que sucede en la mayoría de los servicios de salud.
«No se realiza ningún tipo de indagatoria. No hay tiempo para detectar o practicar exámenes
especiales a las que reportan maltrato. No es ni parecido el seguimiento que se le da a una mujer con una condición crónica al que se le da a una víctima de violencia.»
Fuentes consultadas:
Marijke Velzeboer / Mary Ellsberg / Carmen Clavel-Areas / Claudia García-Moreno en Violencias contra las mujeres.