El péndulo económico: En busca del equilibrio entre lo social y lo mercantil

Para muchos, incluyendo a profesionales de la economía, la expresión economía social de mercado les causa escozor y es tal la comezón que, para justificar lo que ocurre en la realidad de la economía han distorsionado el concepto hasta el punto de esgrimir que el mercado es libre e independiente y que vale todo hasta el punto de convertirlo en mercantilismo.

Mejor explicarlo para entender:

La expresión economía social de mercado se encuentra en las constituciones peruanas de 1979 y de 1993. El nombre fue acuñado en Alemania en los años cincuenta, como un sistema que combina Estado con mercado; según la definición, el núcleo de la Economía Social de Mercado es la combinación del principio de la libertad de mercado con el principio de la equidad social. El marco referencial es el concepto de la libertad del hombre complementada por la justicia social; esta definición de Economía Social de Mercado como modelo sociopolítico básico proviene de las ideas desarrolladas por Alfred MüllerArmack (1901-1978). En su obra Dirección económica y economía de mercado (Wirtschaftslenkung und Marktwirtschaft), escrita en 1946.

La libertad económica, que contiene derechos de la persona, desde el punto de vista económico, implica la liberación de la iniciativa individual, pone en relevancia el espíritu de empresa y las innovaciones que, según la teoría moderna, son las fuentes más importantes de la productividad y el crecimiento económico.

La justicia social contiene la búsqueda, en el plano económico, de la igualdad de oportunidades para el despliegue de los propios talentos y se basa en la solidaridad con el resto de los ciudadanos. La justicia social es un valor social que caracteriza la convivencia humana y guía la creación de lazos sociales. De acuerdo con ella, todos los miembros de la sociedad deben participar en el bienestar así como en la creación, multiplicación y conservación de la riqueza.

Aclarado el asunto, cabe una pregunta: ¿Alcanza la economía social de mercado para todos?, la respuesta es: no, ya que no todos los miembros de la sociedad participan del pregonado bienestar y eso se siente debido a múltiples factores que impactan en la economía popular; un claro ejemplo está en un aspecto que arrastra el perjuicio económico de los hogares en cadena, el precio de los combustibles y como distorsionan los precios de todos los productos a partir de su propio esquema de precios e impuestos.

Teóricos de la economía moderna, con su fe en el libre mercado y en la globalización, que había prometido prosperidad para todos, suponían que la “Nueva Economía” con las innovaciones que marcaron la segunda mitad del siglo XX, incluyendo la desregulación y la ingeniería financiera  iba a hacer posible una mejor gestión de los riesgos, y que traería consigo el final de fluctuaciones económicas. Si esa combinación no las había eliminado, por lo menos las estaba moderando, o eso nos decían. A todas luces la crisis económica ha hecho añicos esas ilusiones, nos está obligando a replantear unas ideas muy asentadas que han prevalecido como determinadas doctrinas sobre el mercado libre:

“Los mercados libres y sin barreras son eficientes”, “El mejor gobierno es un gobierno pequeño”, “La regulación obstaculiza la innovación”.

Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de EEUU durante el periodo en que prevalecieron esas ideas, admitió que había un fallo en su razonamiento.

Sin duda. los mercados son la base de cualquier economía próspera, pero no funcionan bien por sí solos, así lo sostiene el economista John Maynard Keynes. Es necesario que el gobierno desempeñe un papel y no sólo rescatando la economía cuando los mercados fallan sino regulándolos para evitar el tipo de fracasos que acabamos de experimentar. Las economías necesitan un equilibrio entre el papel de los mercados y el papel del gobierno, economía social de mercado le llaman en la Constitución Politica del Perú.

Las perspectivas erróneas conducen a las crisis, dificultan que los responsables de la toma de decisiones en el sector privado y los responsables de la política del sector público puedan ver los acuciantes problemas que contribuyen al fracaso a la hora de gestionar eficazmente sus catastróficas consecuencias.

La duración de las crisis dependerá de las políticas que se apliquen. De hecho, los errores ya cometidos tendrán como consecuencia que la crisis económica sea más prolongada y profunda de lo que habría sido en otras circunstancias, pero gestionarla es sólo una primera preocupación; también preocupa lo que surgirá después.

La crisis llevará a cambios en el ámbito de las políticas y en el ámbito de las ideas. Si tomamos las decisiones adecuadas, no únicamente las convenientes desde el punto de vista político o social, no sólo haremos más improbable otra crisis, sino que tal vez incluso consigamos acelerar el tipo de innovaciones reales que mejorarían la vida de la gente. Si tomamos las decisiones equivocadas, saldremos con una sociedad más dividida y con una economía más vulnerable a otra crisis.

En el ámbito de las políticas, determinar el éxito o el fracaso plantea un reto incluso más difícil que averiguar a quién o a qué atribuirle el mérito o a quién o a qué echarle la culpa.

A menudo nos preguntamos ¿cómo es posible que economistas profesionales hacedores de políticas públicas se equivocaran tanto? La crisis actual ha descubierto defectos fundamentales en el sistema capitalista, o por lo menos en la peculiar versión del capitalismo que surgió en la última parte del siglo XX, no es sólo una cuestión de individuos equivocados o de errores específicos, ni tampoco es cuestión de arreglar unos pocos problemas menores o de afinar unas cuantas políticas. Ver esos defectos ha resultado tan difícil porque queríamos creer a toda costa en nuestro sistema económico, las cifras reforzaban nuestro autoengaño. Al fin y al cabo, nuestra economía estaba creciendo deprisa y sólo era cuestión de tiempo que se demostrara que de muy poco sirve esa macroeconomía que descuida el bienestar de la población.

Incluso hoy, muchos niegan la magnitud de los problemas que afronta nuestra economía, es pertinente un examen más detallado de la economía que sugiere que hay problemas más profundos: una sociedad en la que incluso los miembros de la clase media han visto cómo se perdían sus ingresos, una sociedad marcada por una desigualdad en aumento; un país donde, aunque con excepciones, exhibe que un peruano pobre jamás llegue a salir de su pobreza; muchos de los sectores económicos cruciales en Perú, aparte del financiero, tienen graves problemas, incluidos los de la salud, los servicios básicos, la energía y peor aún de la débil  industria manufacturera.

Los desequilibrios en el comercio mundial no desaparecerán por sí solos, en una economía globalizada, no se pueden afrontar los problemas sin contemplarlos en sentido amplio y es propicio repensar una matriz, un plan maestro, que permita reconfigurar un modelo que desarrolle economía interna, con dependencia de recursos propios, con base en producción nacional que resuelva la demanda interna.

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