Sin la presencia de principios y regulaciones legales, es imposible lograr una democracia genuina. Debido a esto, el tema se ha convertido recientemente en un importante tema de discusión en el contexto de los procesos de transición, normalización y consolidación democrática. El establecimiento del Estado de derecho no es espontáneo ni depende únicamente de los caprichos o elecciones de una figura política solitaria. Más bien, el Estado de derecho surge de un esfuerzo acumulativo que abarca un período de tiempo. Por el contrario, el Estado de derecho es el resultado de los esfuerzos colectivos de todos los participantes políticos dentro de una sociedad específica. El desarrollo del proceso implica la participación de todos los actores políticos y personas significativas, yendo más allá del mero establecimiento de un marco legal o constitucional. Más bien, los abarca a todos juntos. Por el contrario, sugiere la creación de un marco político completo a partir de la fundación. El Estado de derecho está determinado tanto por la cultura política y los comportamientos de quienes participan, como por las normas jurídicas, las definiciones institucionales y la eficiencia de su funcionamiento.
En una sociedad que defiende el principio de gobernanza legal, se prioriza la importancia de cumplir la ley sobre las decisiones arbitrarias tomadas por los individuos, y se reconocen y salvaguardan los derechos a la libertad y la autonomía de los individuos. Por lo tanto, es un patrimonio colectivo que todos los participantes políticos tienen el deber de construir, proteger y mejorar con prudencia. Esta plataforma sirve como medio para establecer estabilidad política y hacer cumplir las regulaciones, asegurando que se prevenga cualquier abuso de poder político y, si es necesario, se imponga el castigo adecuado. El Estado democrático de derecho establece los espacios y procedimientos necesarios para la confrontación transparente de objetivos y programas políticos que buscan dar a los regímenes democráticos un contenido significativo. Por lo tanto, este acuerdo está sujeto a cambios. Por lo tanto, la gobernanza democrática basada en principios legales que abarca la diversidad, la aceptación y el progreso social debe considerarse con razón como un avance significativo en la ideología y la práctica políticas.
Los estándares humanos o sociales, similares a las leyes naturales, exhiben orden, regularidad y previsibilidad, al tiempo que permiten desviaciones. Este no es el contexto apropiado para diferenciar discretamente entre las reglas que gobiernan el mundo natural y las leyes que gobiernan la sociedad humana. Sin embargo, es importante señalar que una de las distinciones clave entre ellas es que las leyes sociales son creadas por los seres humanos y pueden ser alteradas por los seres humanos, independientemente de su escala o universalidad. Dentro del ámbito de las leyes humanas, es importante distinguir entre leyes sociales, que pertenecen a la conducta de grupos sociales y caen bajo el ámbito de campos como la economía y la sociología, y normas jurídicas, que regulan y gobiernan las acciones individuales dentro de la sociedad.
La ley es un marco regulatorio que gobierna la conducta humana dentro de una comunidad e impone sanciones por violaciones. El propósito de la ley es regular y regir el funcionamiento de la sociedad, asegurando que los individuos puedan ejercer sus derechos y cumplir sus obligaciones dentro de la comunidad. Dado que la colaboración social requiere organización y control, es poco común que exista una comunidad sin un marco legal.
Las leyes son normas, que son regulaciones fundamentales que establecen la conducta permisible o aceptable dentro de una determinada sociedad. Distinguimos las normas jurídicas de otros tipos de normas, como las morales y prácticas, por su naturaleza obligatoria y la presencia de un poder coercitivo que castiga el incumplimiento. Es concebible que un criterio moral afirme que no expresar agradecimiento por un gesto agradable sea moralmente incorrecto y no permisible. Esta omisión puede estar sujeta a censura moral, como sentimientos de culpa o vergüenza. Sin embargo, es poco probable que se incluyan normas y castigos morales en un sistema legal, ya que la ingratitud no se considera un delito y tampoco lo son los sentimientos de culpa o vergüenza. Son sanciones o consecuencias legales. De manera similar, una pauta pragmática nos indicaría que para atravesar un desierto es imperativo disponer de un suministro suficiente de agua y vestimenta adecuada para evitar la aparición de la deshidratación. No cumplir con esto implicaría que nuestro objetivo podría no ser alcanzable y que nuestro propio bienestar estaría en peligro. Sin embargo, esto no implica que no abastecerse o experimentar deshidratación se considere un delito legal y una sanción posterior. Cada día evaluamos periódicamente si los métodos que empleamos para alcanzar determinados objetivos son suficientes o insuficientes. Sin embargo, es importante señalar que estas directrices no se consideran regulaciones legales porque carecen tanto de documentación formal como de autoridad para hacerlas cumplir. Nuestros actos son evaluados en función de sus implicaciones morales, determinando si son correctos o malos. De manera similar, evaluamos la idoneidad o inadecuación de los métodos que utilizamos para lograr objetivos específicos. Las «leyes imperfectas» se refieren a leyes que no tienen una definición clara y específica que permita su aplicación o cumplimiento mediante la fuerza y el castigo. Este término también incluye leyes incluidas intencionalmente en un sistema legal que no pueden ser aplicadas ni castigadas por quienes las violan. La razón de esto es que las «leyes imperfectas» carecen de una definición clara y específica que permita su aplicación o cumplimiento mediante el uso de la fuerza y el castigo.
Esto no significa que la legislación no pueda basarse en criterios éticos o prácticos. El principio moral de «no causar la muerte» está consagrado en casi todos los sistemas jurídicos del mundo como una legislación muy detallada que prohíbe el acto de poner fin a la vida de otro ser humano e impone sanciones a las personas que infrinjan este estatuto. Participar en procedimientos ilegales puede transformar el principio práctico de ajustar nuestras tácticas para lograr los resultados deseados en una conducta criminal. Sin embargo, la ley existe en su forma actual debido a su formulación anterior y es aplicada por una entidad autorizada en ambas situaciones.