Las fuerzas que pueden desviar la trayectoria de crecimiento económico corresponden a elementos económicos y sociales originados en el corto, mediano y largo plazo. En el horizonte más cercano, destaca la reducida capacidad por parte del Estado de gestionar conflictos sociales, donde con las reglas e instrumentos actuales no es posible resolver los problemas crecientes entre la sociedad y el sector extractivo; en particular el minero. Los problemas subyacentes son la degradación ambiental, efectos negativos sobre la economía local y una mayor desigualdad en la distribución de ingresos y activos que pueden poner en peligro la convivencia social alrededor de esta actividad. Los fenómenos ambientales (cambio climático, problemas hídricos, destrucción de biodiversidad, mayor contaminación por emisión de gases de lluvia ácida, entre otros) y demográficos (reducción de la tasa de natalidad, reducción de la tasa de dependencia y envejecimiento poblacional) son importantes, pues generan amenazas en el ámbito económico. Por ejemplo, el crecimiento o mantenimiento de los niveles de emisión global de CO2, produciría más desastres naturales, los cuales impactarían negativamente en el desempeño económico de numerosos países.
Ya se ha comentado que nadie se preocupa por la incorporación de nuevas reservas de minerales e hidrocarburos y si estas guardan correspondencia con los niveles de extracción. Por ejemplo, de acuerdo a información para el Perú del US Geological Survey (2012), las reservas probadas y probables de oro, a los actuales ritmos de explotación, sólo alcanzaría para 15.2 años, estaño a 9.1 años y zinc a 13.2 años; respecto de otras más abundantes como el cobre para 58.4 años y el hierro con más de cien años. La marcada heterogeneidad estructural de la economía peruana es un tema relevante. Aquí coexisten pocos sectores altamente intensivos en capital como la minería y los hidrocarburos a gran escala, con otros más numerosos que son intensivos en mano de obra. La alta (baja) intensidad de capital se asocia a mayores (menores) niveles de productividad. De esta forma, el modelo de crecimiento económico genera pocos empleos de calidad con altas remuneraciones y bajas remuneraciones reales para la mayor parte de la población. En los sectores intensivos en capital se generan grandes excedentes, pero más de la mitad de estos sale del país. Por los menores encadenamientos productivos, hay pocos efectos de arrastre al resto de actividades económicas.
El modelo económico tiene resultados diferenciados que afectan negativamente la distribución funcional y personal del ingreso. La preocupación por la desigualdad no es exclusiva de los economistas. El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales tiende a erosionar la cohesión social y pone en peligro la democracia. También impacta negativamente en el plano económico por el progresivo desgaste del capital social, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en la convivencia civil. Existe un grado limitado de tolerancia social a la desigualdad. Cuando el grado de desigualdad supera los umbrales de tolerancia, esta desigualdad se considerada excesiva o injusta y desembocaría en desorden social: inestabilidad política, corrupción, violencia y otras formas de riesgo individual y colectivo. Asimismo, la mayor desigualdad promueve crisis por insuficiencia de demanda efectiva. En síntesis, a mayor desigualdad, menor estabilidad económica, social y política.