Bajo este cielo no se puede encontrar nada nuevo, salvo lo que ha sido olvidado. Santayana (1940) nos recuerda con este maravilloso aforismo la necesidad esencial de la humildad, necesaria para no caer en la tonta ilusión de haber creado algo único. En el sentido de esta máxima, me parece imperativo cerrar esta exposición citando a alguien que, hace más de seis siglos, ya predijo con agudeza una parte significativa de lo que se a escrito. La primera parte del Elogio de la locura de Erasmo (1511) está dedicada a un tratado paradójico sobre la locura como componente esencial de la existencia humana. Después, Erasmo analiza lo que él llama la «suprema locura», que es una forma de necedad que se describe con términos no muy distintos de los que he utilizado para definir la «necedad funcional» por sus desastrosos efectos. Erasmo comienza con lo que él llama philautia, que encuentra de forma más prominente en los nobles. Se trata del «dulce amor propio» que tienen, en el que se consideran con derecho a todo y se atribuyen dones que ni siquiera remotamente poseen. Erasmo proporciona luego una serie de parodias que son representativas de las diversas tipologías. Después de eso, hace la observación de que esta propensión egocéntrica se exhibe completamente en los artistas, quienes, cuanto más tontos son, más se deleitan consigo mismos, más se glorifican y más se jactan. Lo siguiente que hace es explicar a los filósofos que afirman ser los únicos sabios; todas las demás personas son sombras voladoras para ellos, pero, en realidad, no saben nada, y la suya es una «forma deliciosa de locura», como lo demuestra la interminable disputa sobre la explicación de cada fenómeno. El ex agustino, que abandonó la docencia para viajar y conocer diferentes culturas y es considerado uno de los fundadores del humanismo cristiano, enumera también a otros personajes que se vieron afectados por la «locura suprema» de la necedad, como el teólogo dogmático o el político arrogante e incompetente, y ofrece numerosos ejemplos tan irónicos como eficaces. En su afirmación de que «nada es más miserable que la necedad de este tipo», el gran humanista ya había descrito este tipo particular de irritante cerrazón, egocentrismo radical, autoexaltación y grandilocuente autoengaño. También había señalado que «nada sería más miserable que la necedad». Es importante tener en cuenta que Erasmo no fue un provocador autor de panfletos, sino un erudito maestro del pensamiento y la retórica, así como un excelente gestor de su obra y de sus pensamientos. También es importante destacar que sus Adagios, que se publicaron en 1500 y contenían perlas de sabiduría en forma de máximas y aforismos, fue el primer producto que se publicó, imprimió y distribuyó adecuadamente a gran escala. Un buen ejemplo para seguir, por decirlo sucintamente. Este pequeño artículo terminará con esta referencia a mi lado. Ser buenos modelos a seguir, guiados por una «sabiduría basada en la evidencia» de la eficacia (Robson, 2020; Nardone, 2003, 2019; Nardone y Milanese, 2018), cultivar constantemente la flexibilidad mental y las relaciones compasivas con los demás, es lo que puede marcar la diferencia entre ser estúpido y no serlo no solo para el propio individuo, sino también para la sociedad, porque los «buenos modelos a seguir», que son también los únicos verdaderos Maestros, irradian luz sobre su entorno como las estrellas más brillantes. Según Gandhi (1983), «Si quieres cambiar el mundo, empieza por mejorarte a ti mismo». Su ejemplo es, en mi humilde opinión, quizás el único plan viable contra la idiotez estratégica imperante. Nos insta a esforzarnos por mejorar nosotros mismos primero. Paráfrasis desde la “estupidez estratégica”.