La democracia en Perú enfrenta uno de sus momentos más complejos en la historia reciente. La constante crisis política, aparentes desencuentros entre el poder ejecutivo y legislativo, y la creciente desconfianza de la ciudadanía en las instituciones han puesto en jaque los pilares democráticos del país.
Desde el año 2016, el Perú ha experimentado una inestabilidad política sin precedentes. El país ha visto la renuncia o destitución de varios presidentes en un corto período de tiempo, lo que ha generado una percepción de ingobernabilidad y falta de liderazgo estable. La polarización ha sido una constante, derivando en un escenario en el que el bloqueo político ha impedido la implementación de reformas cruciales para el desarrollo del país.
La democracia en Perú está gravemente afectada por la falta de confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Según diversos estudios, una gran parte de la población percibe a las instituciones políticas como corruptas e ineficientes. Los escándalos de corrupción han afectado a políticos de todos los niveles y partidos, minando la credibilidad de la clase dirigente.
Esta desconfianza ha llevado a un desencanto generalizado con la democracia representativa. Las encuestas muestran que un creciente número de peruanos está dispuesto a aceptar formas de gobierno autoritarias si eso significara mejoras en la seguridad, la economía o la lucha contra la corrupción, lo que representa una amenaza a largo plazo para el sistema democrático.
El sistema de partidos en Perú se encuentra en una profunda crisis de representatividad. La fragmentación política es tal que los últimos procesos electorales han sido altamente impredecibles, con la irrupción de nuevos actores que, si bien logran captar temporalmente el voto de una población desencantada, no logran establecer una estructura partidaria duradera. Los partidos tradicionales han perdido fuerza, mientras que las nuevas agrupaciones políticas tienden a girar en torno a figuras personales más que a programas ideológicos coherentes.
Esta fragmentación ha dificultado la formación de gobiernos con mayorías sólidas en el Congreso, lo que contribuye al bloqueo legislativo y la inestabilidad política. Además, la falta de arraigo de los partidos en la sociedad hace que los políticos tengan poca rendición de cuentas ante sus votantes, lo que refuerza el ciclo de desconfianza y desencanto.
Perú sigue siendo un país profundamente desigual. La brecha entre las zonas urbanas y rurales, así como las diferencias étnicas y de clase, han perpetuado la exclusión de amplios sectores de la población. Esta desigualdad estructural ha erosionado la cohesión social y ha generado un caldo de cultivo para la inestabilidad política y el populismo.
Las protestas sociales en diversas regiones del país, a menudo vinculadas a conflictos ambientales, muestran que grandes sectores de la población no se sienten representados por el sistema político actual. Este descontento es un desafío importante para la democracia, ya que pone en cuestión su capacidad para gestionar las demandas de una población diversa y cada vez más exigente.
Uno de los escenarios posibles para el futuro de la democracia en Perú es una reforma significativa del sistema político. Las continuas crisis y la presión de la ciudadanía podrían generar un consenso entre los actores políticos sobre la necesidad de cambiar aspectos clave del sistema.
Reformas electorales que fortalezcan a los partidos políticos y reduzcan la fragmentación del poder legislativo podrían ayudar a mejorar la gobernabilidad y evitar la inestabilidad que ha caracterizado al país en los últimos años. Sin embargo, para que estas reformas sean efectivas, es necesario que los actores políticos muestren un compromiso real con la democracia, lo que aún no es claro dada la dinámica actual de confrontación y cortoplacismo.
Otro escenario posible, y quizá el más preocupante, es el aumento del autoritarismo. El desencanto con la democracia y la creciente aceptación de alternativas no democráticas entre ciertos sectores de la población podrían abrir la puerta a líderes populistas con tendencias autoritarias. Estos líderes podrían capitalizar el malestar social y la inseguridad económica para concentrar poder y debilitar aún más las instituciones democráticas.
El debilitamiento del Estado de derecho y la polarización política podrían derivar en un régimen autoritario, ya sea mediante elecciones democráticas o a través de la intervención de fuerzas militares o judiciales que, con el pretexto de «restaurar el orden», erosionen las libertades civiles y políticas.
Un tercer escenario es el fortalecimiento de los movimientos sociales y ciudadanos que demandan una mayor participación en el proceso democrático. En los últimos años, hemos visto un aumento en la movilización social, no solo en las áreas urbanas, sino también en las regiones rurales que históricamente han estado marginadas. Este despertar ciudadano podría ser clave para la regeneración democrática en Perú.
La organización de estos movimientos en plataformas políticas y su capacidad para incidir en la toma de decisiones podría reconfigurar el panorama político. Sin embargo, para que este escenario prospere, es necesario que estas fuerzas ciudadanas logren articularse y convertirse en actores políticos formales, capaces de competir en igualdad de condiciones con las élites tradicionales.
El fortalecimiento de la democracia en Perú también podría pasar por una apuesta decidida por la educación cívica y la institucionalización. La mejora de los niveles educativos y la promoción de una cultura democrática basada en el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales es crucial para construir una ciudadanía informada y comprometida con el sistema democrático.
Además, la consolidación de instituciones fuertes e independientes, como el Poder Judicial y los órganos electorales, es fundamental para garantizar que el juego democrático se desarrolle en un marco de transparencia y justicia. El papel de la sociedad civil y los medios de comunicación independientes será crucial en este proceso, ya que son los principales garantes de la fiscalización del poder.
La democracia en Perú atraviesa un momento de profunda crisis, con desafíos que amenazan su estabilidad y continuidad. Sin embargo, el futuro no está escrito. Existen múltiples rutas posibles para el desarrollo de la democracia en el país, desde la consolidación de un sistema político más sólido y participativo, hasta la regresión hacia formas de gobierno autoritarias.
El camino que elija el Perú dependerá en gran medida de la capacidad de la ciudadanía para exigir cambios y del compromiso de las élites políticas para implementar reformas que fortalezcan las instituciones democráticas. La educación, la movilización social y la construcción de una cultura democrática inclusiva serán elementos clave en este proceso de renovación democrática o, en su defecto, en la perpetuación de la inestabilidad.