UN PAÍS QUE SE DEVORA A SÍ MISMO

Columna exclusiva para El Nuevo Diario                                           París 05.22.25 Año VII-I

Opinión Off-Life

Por Edd MaJÉss

Hay un silencio más estridente que la protesta: el de quienes han renunciado incluso a quejarse. En el Perú, ese silencio se ha convertido en una atmósfera; lo respiramos en el Congreso, en las plazas, en las aulas y en las urnas. Y es ese aire enrarecido el que asfixia la esperanza. Como los perros del futuro, hemos aprendido a no ladrar, aunque sepamos que el peligro está más adentro que afuera.

Países que funcionan en tiempo real, conectados al mundo, con instituciones que responden, ciudadanos que actúan, gobiernos que escuchan. Y luego está el Perú: un país que parece estar en modo avión, fuera de cobertura, sin datos, sin red.

En Cajamarca, donde la tierra es rica y la gente pobre, donde el oro sale, pero el agua falta, lo real se descompone entre discursos institucionales y realidades olvidadas. La política no es ya el arte de gobernar, sino la ciencia de administrar la decadencia. Mientras tanto, los ciudadanos, entre la burla y la resignación, hemos mutado en testigos: observadores del incendio, pero sin voz.

Vivimos en una tierra rica y fragmentada, gobernada por algoritmos de conveniencia, donde la indignación se agota más rápido que una batería vieja. Perú es un país off-line: no porque no tenga tecnología, sino porque ha perdido su conexión con lo esencial: la ética pública, la representación real, la esperanza activa.

I. Señal débil: Estado, ¿estás ahí?

Un país sin reacción es como un vigilante sin silbato: ya no advierte, ya no defiende, ya no se reconoce. Desde el Estado se nos ha domesticado con una mezcla de distracción, miedo y asistencialismo. Nos han quitado la rabia justa y nos han vendido una calma tóxica.

Las instituciones siguen encendidas, pero nadie responde. La justicia tarda o no llega. El Congreso legisla para sí. La escuela enseña sin contexto. El Estado parece una interfaz vacía: hay menús, pero no funciones; hay promesas, pero no operaciones.

En Cajamarca, muchos ya no esperan, se limitan a sobrevivir entre una educación deteriorada, una salud precaria, una infraestructura que cruje. Las universidades, que deberían ser faros, repiten estructuras del siglo XX sin alma, sin proyecto, sin épica. Esa desconexión se siente como abandono, pese a las riquezas que se extraen de su suelo, el pueblo vive una realidad precaria: Hospitales sin equipamiento, escuelas sin pedagogía transformadora, caminos sin mantenimiento. El sistema está encendido, pero no transmite.

II. La democracia sin datos, sin calle

Elegimos presidentes como quien elige una app para desinstalarla pronto. Votamos, pero no decidimos. Protestamos, pero no se actualiza nada. En lugar de gobernabilidad, tenemos reinicios forzados. En vez de diálogo, pantallas congeladas.

En teoría, tenemos elecciones. En la práctica, tenemos simulacros de representación. Votamos, pero no decidimos. Elegimos, pero no gobernamos. Desde el fujimorismo al castillismo, pasando por el desgobierno actual, la política se ha convertido en una rifa de traiciones, y el pueblo, en el eterno perdedor.

La democracia en Perú parece un software beta: lleno de errores, sin soporte técnico y expuesto a virus populistas, militares, tecnócratas o aventureros de todo tipo. La ciudadanía está fuera de la red, desconectada por decepción y por diseño.

III. Sociedad en modo avión

¿Dónde están los intelectuales públicos? ¿Dónde está la prensa que pregunta, no solo que acusa? ¿Dónde está la universidad que interviene en lugar de observar? Vivimos en una sociedad silenciada por notificaciones sin contenido, entretenida pero no comprometida.}

Nietzsche escribió que el hombre moderno ha matado a Dios, pero en el Perú moderno hemos matado el sentido. La política no emociona, la historia no moviliza, el futuro no seduce. Vivimos con una sensación permanente de repetición, de comedia degradada que alguna vez fue tragedia.


Nuestros jóvenes migran no solo físicamente, sino emocionalmente: se van del país porque ya no creen en él. ¿Qué ocurre con una nación cuando los que podrían salvarla no sienten que valga la pena hacerlo?

IV. Reiniciar no basta

Este país no necesita solo reiniciarse. Necesita reprogramarse. Cambiar la arquitectura institucional, sí, pero también el contrato moral que nos vincula como sociedad. Necesita volver a conectar al Estado con la calle, al Congreso con el pueblo, a la educación con el futuro.

Este no es un lamento: es una advertencia. Si los hombres y mujeres del futuro no levantan su voz, otros lo harán. Y quizá no tengan nuestras razones, ni nuestra compasión. Quizá griten sin pensar, sin parar, sin justicia. Por eso urge recuperar el sentido lúcido, el instinto cívico, el rugido democrático.

Cajamarca no necesita más slogans ni más diagnósticos. Necesita dignidad traducida en políticas, en inversiones, en educación crítica, en arte insurgente. El Perú necesita volver a pensarse a sí mismo desde el conflicto, no desde la negación del conflicto.

Porque si seguimos callados, el país que se devora a sí mismo pronto no dejará nada que gobernar, ni siquiera ruinas.

Cajamarca puede ser ese nodo de reconexión. Tiene memoria, cultura, rebeldía. Pero requiere inversión con ética, educación con sentido, liderazgo con visión.

SOBRE EL AUTOR


Edd MaJÉss es un pensador andino-peruano que escribe desde las grietas del sistema. Combina crítica filosófica, análisis político y una narrativa de denuncia simbólica. Observador persistente de las estructuras de poder en el Perú, es autor de columnas que buscan no explicar el país, sino despertarlo.

Deja un comentario