Negocios sin escrúpulos

Resuena una alerta que ya no es solo ecológica o cultural, sino de salud pública: la era digital está infestada de vendedores de esperanza disfrazados de científicos.

En el vasto universo de las redes sociales, donde la inmediatez se confunde con la verdad y la emoción reemplaza al criterio, florecen, como hongos tras la lluvia, supuestos remedios milagrosos que prometen curar todo: desde un resfriado hasta el cáncer. La fórmula es tan predecible como peligrosa: empieza con una historia emotiva, para continuar con un discurso pseudocientífico plagado de tecnicismos mal empleados, una apelación a las «sabidurías ancestrales» o «investigaciones revolucionarias», y finalmente, la trampa: la venta onerosa de un producto que, en el mejor de los casos, es ineficaz; en el peor, letal.

Esta narrativa, cuidadosamente diseñada para seducir a los vulnerables, explota tres elementos fundamentales: el miedo, la esperanza y la ignorancia. Frente a sistemas de salud colapsados, diagnósticos devastadores o tratamientos costosos, muchos caen seducidos por la promesa de una cura fácil, natural y «científicamente comprobada».

Pero ¿dónde está esa ciencia?

El profesor Timothy Caulfield, bioeticista de la Universidad de Alberta, ha documentado cómo las celebridades y “gurús de la salud” distorsionan la evidencia científica para promover productos sin eficacia comprobada:

“Vivimos en una era donde la desinformación se propaga más rápido que los virus. La narrativa emocional supera a los datos, y el marketing supera a la ética” (Caulfield, 2020).

Estas «curas milagrosas» no solo carecen de validez científica, sino que muchas veces distorsionan conceptos legítimos. Invocan el nombre de universidades prestigiosas sin vínculo alguno, citan estudios inexistentes y manipulan el lenguaje científico para disfrazar la charlatanería. El neurocientífico Steven Novella, de la Universidad de Yale, lo denomina “el camuflaje científico de la pseudociencia”: usar la estética de la ciencia para encubrir afirmaciones sin fundamento (Novella, 2018).

La Organización Mundial de la Salud ha advertido que el consumo de tratamientos no comprobados puede generar consecuencias graves para la salud pública: desde el abandono de tratamientos efectivos hasta el daño directo por productos tóxicos. Además, en un mundo donde la confianza en la ciencia se tambalea, estos fraudes erosionan aún más la credibilidad de la medicina basada en evidencia.

El problema se agrava cuando estos discursos vienen acompañados de teorías conspirativas que desacreditan a médicos, investigadores y farmacéuticas, acusándolos de ocultar “la verdadera cura”. Se trata de un mecanismo de manipulación emocional que, al posicionarse como la voz “valiente” frente al sistema, consigue lo impensable: hacer que las víctimas defiendan a sus verdugos.

Por otro lado, la explotación de saberes ancestrales es doblemente perversa: por un lado, trivializa y descontextualiza conocimientos valiosos de pueblos originarios, y por otro, los convierte en instrumentos de marketing sin ningún rigor ni respeto. Lo ancestral se convierte en excusa para la superstición, y lo natural en sinónimo de saludable, sin mayor evaluación toxicológica o clínica.

Urge, entonces, una respuesta crítica y pedagógica. La educación en salud debe incluir la alfabetización digital y científica para que la población pueda discernir entre lo legítimo y lo fraudulento. Las plataformas digitales deben asumir su responsabilidad en la difusión de contenido peligroso. Y los profesionales de la salud y la academia deben hablar con más fuerza y claridad.

Como escribió Carl Sagan:

“Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”.
Y lo que abunda en redes sociales son afirmaciones extraordinarias con pruebas extraordinariamente inexistentes.

Alertas sustantivas ante la epidemia de curas falsas

1. Cuidado con los “testimonios milagrosos”
Frases como “yo me curé con esto” o “mi abuela usó esta planta” son emocionalmente efectivas, pero clínicamente irrelevantes. Un caso individual no reemplaza la evidencia científica.

2. Desconfíe de las fórmulas mágicas que “curan todo”
No existe un solo producto que resuelva enfermedades diversas de origen distinto. Esa promesa es en sí misma un engaño.

3. El aval falso de “universidades prestigiosas” o “premios Nobel”
Casi todos los fraudes mencionan a Harvard, Cambridge, Oxford, sin sustento. Verifique si tales instituciones han publicado en revistas científicas confiables sobre ese producto.

4. Lo “natural” no es sinónimo de seguro
Arsénico, cicuta y cianuro también son naturales, pero hay que tener cuidado en extremo con su uso y dosificación. La seguridad depende de la dosis, del proceso de elaboración y de los estudios que avalen su uso.

5. Medicina tradicional ≠ mercado de supersticiones
Los saberes ancestrales deben ser respetados y estudiados, no usados como propaganda de productos con etiquetado étnico sin respaldo.

6. Redes sociales: campo minado
TikTok, WhatsApp y YouTube se han convertido en canales principales de estas estafas. La viralización supera el alcance de las campañas de salud pública.

Recomendaciones frente al fraude digital en salud

A. Para la ciudadanía:

  • Verifique fuentes confiables como la OMS, MINSA, CDC, OPS, universidades serias.
  • Nunca suspenda un tratamiento médico por un video viral. La vida está en juego.
  • Use herramientas como PubMed, Google Scholar y buscadores de fake news (noticias falsas) como Snopes y Maldita para verificar la veracidad.

B. Para medios y plataformas:

  • Eliminar o restringir contenido que promocione tratamientos sin evidencia.
  • Incluir etiquetas de advertencia en contenidos dudosos sobre salud.
  • Aliarse con entidades científicas para difundir información clara, ética y verificada.

C. Para gobiernos y universidades:

  • Crear leyes severas contra la publicidad de salud engañosa.
  • Formar equipos de respuesta rápida para detectar y desmontar desinformación viral.
  • Establecer observatorios de salud digital y campañas de alfabetización científica para la población.
  • Fomentar el diálogo intercultural responsable sobre medicina tradicional, sin apropiación ni tergiversación.

Reflexión final

En una sociedad donde el miedo vende más que la verdad, la vigilancia crítica se convierte en acto de responsabilidad ciudadana. La salud no puede ser un campo de experimentación para charlatanes ni un mercado libre para especuladores de la desesperanza. Defender la ciencia no es elitismo: es un acto de humanidad.

“El pensamiento mágico no es inocente. Mata.” – Mario Bunge

Referencias

Bunge, M. (2010). Las pseudociencias ¡vaya timo!. Editorial Laetoli.

Caulfield, T. (2020). Relax, Dammit! A User’s Guide to the Age of Anxiety. Penguin Random House Canada.

Caulfield, T. (2021). Your Day, Your Way: The Fact and Fiction Behind Your Daily Decisions. Random House Canada.

Grimes, D. R. (2020). The Irrational Ape: Why Flawed Logic Puts Us All at Risk and How Critical Thinking Can Save the World. Simon & Schuster.

Novella, S. (2018). The Skeptics’ Guide to the Universe: How to Know What’s Really Real in a World Increasingly Full of Fake. Grand Central Publishing.

Organización Mundial de la Salud. (2022). Infodemic management: An overview. WHO.

Ministerio de Salud del Perú. (2023). Alerta sobre productos naturales sin registro sanitario. MINSA.

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