En las economías dolarizadas o con alta dependencia del dólar, un tipo de cambio bajo suele interpretarse como señal de estabilidad macroeconómica. Sin embargo, detrás del “dólar barato” se esconde un conjunto de distorsiones estructurales que alteran la distribución del ingreso, la competitividad productiva y el equilibrio financiero. Este artículo analiza críticamente los efectos distributivos de un tipo de cambio bajo, enfatizando sus impactos diferenciados sobre exportadores, importadores, consumidores, deudores y el sistema financiero formal e informal. El caso peruano, con su particular dolarización parcial, muestra cómo la apreciación de la moneda local genera bienestar urbano efímero y vulnerabilidad estructural a largo plazo. La discusión revela que la estabilidad aparente puede convertirse en un espejismo económico cuando se sostiene sobre una base productiva débil y un sistema financiero dependiente de flujos externos.
El tipo de cambio es uno de los indicadores más observados por las economías contemporáneas. En contextos dolarizados, su valor adquiere una connotación política y psicológica que trasciende la técnica: simboliza estabilidad, confianza e incluso éxito gubernamental. Sin embargo, como advierte Stiglitz (2016), los equilibrios macroeconómicos no siempre reflejan equilibrios sociales, y un dólar barato puede ocultar desequilibrios estructurales profundos.
En América Latina, varios países han transitado hacia esquemas de dolarización total o parcial, buscando estabilidad tras crisis inflacionarias y financieras. No obstante, como señala Krugman (2019), la dolarización restringe los márgenes de política monetaria y convierte al tipo de cambio en una variable de ajuste distributivo más que en un instrumento de competitividad.
En el caso peruano, la apreciación del sol y la reducción del tipo de cambio entre 2023 y 2025 generaron percepciones de fortaleza económica. Pero detrás de esa aparente solidez se configuraron efectos distributivos contradictorios: ganaron los consumidores urbanos y el sistema financiero formal, mientras perdieron competitividad los exportadores, productores rurales y sectores industriales. Este artículo busca desentrañar ese fenómeno, al que denominaremos el “espejismo del dólar barato”.
Dolarización, competitividad y dependencia
Douglas North (1993) planteó que las instituciones económicas definen el marco de incentivos y constricciones de los actores, condicionando la eficiencia del sistema. En una economía dolarizada, las instituciones monetarias se subordinan a una lógica exógena: el dólar actúa como patrón de valor, unidad de cuenta y reserva de confianza.
La teoría de la dependencia, retomada por Cardoso y Faletto (1979), explica cómo las economías periféricas reproducen su vulnerabilidad estructural al articular su sistema financiero y comercial con el centro dominante. En ese sentido, la dolarización no solo estabiliza precios, sino que profundiza la dependencia externa y debilita la autonomía de la política económica.
Por su parte, Krugman (1999) y Dornbusch (2001) advirtieron sobre los peligros del “exceso de confianza cambiaria”: una apreciación sostenida puede conducir a déficit en cuenta corriente, pérdida de competitividad exportadora y endeudamiento privado en moneda extranjera.
Finalmente, Acemoglu y Robinson (2012) sostienen que las economías que concentran poder financiero y rentas urbanas bajo apariencias de estabilidad tienden a reproducir instituciones extractivas. El tipo de cambio bajo, en este sentido, no es un indicador de eficiencia, sino de una distribución asimétrica del poder económico.
Efectos distributivos del tipo de cambio bajo
Un tipo de cambio bajo redistribuye silenciosamente el ingreso entre sectores, beneficiando a unos y perjudicando a otros.
Beneficiados
Importadores y grandes distribuidores:
Se benefician directamente porque el costo de adquisición de bienes extranjeros disminuye. Los márgenes de ganancia crecen y la competencia local se debilita.
En economías como la peruana, esto incentiva un modelo de consumo importador, en lugar de una industrialización sostenida.
Consumidores urbanos:
Los precios de los bienes importados (electrodomésticos, tecnología, combustibles, alimentos procesados) bajan, lo que incrementa temporalmente el poder adquisitivo. Sin embargo, este beneficio es transitorio y concentrado en clases medias urbanas con acceso a divisas.
Deudores en dólares:
Las empresas y personas con obligaciones crediticias en dólares ven reducida su carga financiera. Un dólar bajo abarata el servicio de la deuda, mejorando la liquidez de corto plazo.
Sistema financiero formal:
La estabilidad cambiaria reduce el riesgo de crédito y fortalece la confianza de los depositantes. Como señala Reinhart (2020), los bancos en economías parcialmente dolarizadas buscan previsibilidad antes que expansión productiva.
Perjudicados
Exportadores:
Un tipo de cambio bajo reduce la competitividad externa, al encarecer los productos locales en el extranjero. Esto golpea especialmente a los pequeños exportadores agrícolas y manufactureros, que operan con márgenes estrechos.
Productores nacionales que compiten con importaciones:
La apreciación cambiaria abarata los bienes importados y presiona a la baja los precios internos, deteriorando la rentabilidad de los productores locales.
Zonas rurales:
El efecto combinado de precios deprimidos y costos de insumos importados (como fertilizantes) reduce los ingresos rurales y amplía la brecha territorial.
Sistema financiero informal:
El crédito informal —basado en riesgo y altas tasas— pierde atractivo cuando el sistema formal se fortalece. Aunque esto podría interpretarse como positivo, también implica exclusión financiera para microempresarios rurales sin acceso a la banca formal.
El sistema financiero: estabilidad aparente y riesgo estructural
En una economía dolarizada, el sistema financiero se convierte en el eje de estabilidad nominal. Como explica Mishkin (2018), la dolarización parcial impone un “anclaje financiero” que sustituye al anclaje monetario. Sin embargo, esa estabilidad es frágil.
Un tipo de cambio bajo genera tres dinámicas simultáneas:
Expansión del crédito en dólares.
Las tasas más bajas y la confianza en la estabilidad cambiaria estimulan el endeudamiento externo y doméstico en dólares.
Desalineamiento de balances.
Cuando los ingresos de las empresas son en soles, pero sus pasivos en dólares, se produce un riesgo cambiario latente. Ante una futura devaluación, estas empresas enfrentan pérdidas significativas.
Concentración de beneficios.
Las entidades financieras formales, que intermedian entre la liquidez dolarizada y la economía local, capturan las rentas del diferencial cambiario y de la intermediación, mientras que las microfinanzas rurales y las cajas municipales pierden competitividad.
El “dólar barato”, entonces, refuerza la financiarización (La financiarización es un proceso económico en el que el sector financiero gana una influencia predominante sobre la economía real, desviando la acumulación de capital de la inversión productiva hacia la especulación financiera. Se caracteriza por el predominio de los mercados, actores, instrumentos e instituciones financieras, y ha sido impulsada por la desregulación neoliberal y la globalización financiera, con consecuencias como el aumento de la desigualdad, crisis financieras y la presión sobre los hogares y trabajadores) de la economía: los beneficios se concentran en el sistema financiero formal, pero la economía real se vuelve más vulnerable ante shocks externos (Calvo, 2006).
El caso peruano: estabilidad aparente, dependencia real
El Perú ofrece un ejemplo paradigmático de dolarización parcial exitosa pero dependiente. Tras las crisis de los años ochenta, la dolarización financiera fue un mecanismo de confianza. Hoy, más del 30 % de los depósitos y cerca del 25 % de los créditos se mantienen en dólares (Banco Central de Reserva del Perú [BCRP], 2024).
La apreciación del sol entre 2023 y 2025, impulsada por altos precios del cobre, remesas y flujos de capitales, generó un tipo de cambio bajo (S/ 3.55 por dólar en promedio). A corto plazo, la inflación se contuvo y el consumo urbano se expandió. Sin embargo, esta bonanza tuvo un costo estructural:
Caída de la rentabilidad exportadora: Las agroexportaciones redujeron sus márgenes y los productores cafetaleros de Cajamarca y San Martín enfrentaron precios internos menos competitivos.
Dependencia importadora: El abaratamiento de importaciones amplió el déficit comercial no minero.
Endeudamiento privado en dólares: Empresas medianas optaron por créditos externos más baratos, elevando su exposición cambiaria.
Desigualdad territorial: Mientras Lima se benefició del consumo importado y crédito barato, las regiones rurales se estancaron en rentas primarias sin diversificación.
Como advierte De la Torre (2023), el Perú ha consolidado un equilibrio macroeconómico basado en un desequilibrio estructural: estabilidad nominal a cambio de fragilidad productiva.
Discusión crítica: el espejismo del dólar barato
El “dólar barato” no es una señal de fortaleza económica, sino de dependencia funcional del exterior. Cuando los capitales ingresan y el tipo de cambio cae, los agentes perciben bienestar. Pero ese bienestar es ilusorio si no se sostiene en productividad interna.
Stiglitz (2020) argumenta que las economías que confunden estabilidad nominal con desarrollo real tienden a posponer reformas institucionales. El Perú, como otras economías dolarizadas, se ha acostumbrado a medir su éxito en función del tipo de cambio, no de su capacidad de innovación o diversificación.
La paradoja es clara: el dólar barato favorece la estabilidad financiera y el consumo urbano, pero castiga la producción local y la redistribución territorial del ingreso. A largo plazo, la apreciación del sol puede generar una “enfermedad holandesa financiera”, donde la sobrevaloración de la moneda limita las exportaciones y acelera la primarización.
Conclusiones y recomendaciones
El tipo de cambio bajo redistribuye el ingreso de forma regresiva.
Favorece a los sectores urbanos consumidores y financieros, pero perjudica a los productores, exportadores y zonas rurales.
El sistema financiero formal se fortalece, pero se vuelve más dependiente del flujo de dólares.
La aparente estabilidad puede volverse una trampa si los pasivos en dólares superan la capacidad de generación de divisas.
La dolarización parcial limita la autonomía de política económica.
El país no puede devaluar para ganar competitividad ni expandir crédito productivo sin riesgo de fuga de capitales.
El bienestar que produce un dólar barato es efímero.
Reduce la inflación y aumenta el consumo, pero deteriora la base productiva nacional y amplía la desigualdad regional.
La salida estructural requiere diversificación productiva y autonomía financiera.
Políticas de innovación, sustitución inteligente de importaciones, crédito productivo en soles y fortalecimiento del ahorro interno son esenciales para romper la dependencia.
En síntesis, el “espejismo del dólar barato” muestra que la estabilidad nominal no garantiza desarrollo sostenible. Las economías dependientes necesitan menos fe en el tipo de cambio y más inversión en capacidades internas, instituciones sólidas y productividad real.
Referencias
Acemoglu, D., & Robinson, J. (2012). Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty. Crown Business.
Banco Central de Reserva del Perú. (2024). Reporte de estabilidad financiera. Lima: BCRP.
Calvo, G. (2006). Monetary policy challenges in emerging markets. Journal of Policy Modeling, 28(5), 597–601.
Cardoso, F. H., & Faletto, E. (1979). Dependencia y desarrollo en América Latina. Siglo XXI Editores.
De la Torre, C. (2023). Macroeconomía de la estabilidad dependiente: el caso peruano 2000–2023. Lima: Universidad del Pacífico.
Dornbusch, R. (2001). Exchange rates and inflation. MIT Press.
Krugman, P. (1999). The return of depression economics. W.W. Norton.
Krugman, P. (2019). Arguing with zombies: Economics, politics, and the fight for a better future. W.W. Norton.
Mishkin, F. (2018). The Economics of Money, Banking, and Financial Markets. Pearson.
North, D. (1993). Institutions, Institutional Change and Economic Performance. Cambridge University Press.
Reinhart, C. (2020). This time is different: eight centuries of financial folly. Princeton University Press.
Stiglitz, J. (2016). The Euro: How a Common Currency Threatens the Future of Europe. W.W. Norton.
Stiglitz, J. (2020). People, Power, and Profits: Progressive Capitalism for an Age of Discontent. W.W. Norton.