Econ. Francisco Valdemar Chávez Alvarrán
La reciente ruptura diplomática entre México y Perú – detonada por el asilo otorgado a Betssy Chávez, ex primera ministra peruana, en la embajada mexicana – marca el punto más álgido de tensiones que venían escalando desde 2022. Ambos países mantienen desde 2012 un Tratado de Libre Comercio y cofundaron la Alianza del Pacífico junto a Chile y Colombia, integrando cadenas productivas y foros económicos regionales. Por ello, la decisión de retirar embajadores y “congelar” vínculos políticos despierta interrogantes sobre el impacto real en su relación económica.
En términos comerciales, México y Perú habían consolidado un intercambio sustancial pero asimétrico. México es el quinto proveedor de Perú a nivel global (y el cuarto dentro de Latinoamérica), abasteciendo principalmente bienes manufacturados e insumos industriales. Perú, en cambio, ocupa un lugar modesto como mercado para las exportaciones mexicanas (aproximadamente el 1% de sus ventas mundiales), y como destino ocupa el puesto 16 para las exportaciones peruanas. Aun así, el comercio bilateral superó los US$2.5 mil millones en 2024, evidenciando la importancia de los flujos mutuos. Ese año, las exportaciones peruanas a México sumaron US$888 millones, mientras las importaciones desde México alcanzaron US$1,619 millones, dejando a Perú con un déficit comercial de unos US$730 millones. Si bien el volumen total se contrajo ligeramente respecto a 2023 (señal de enfriamiento en la relación), la interdependencia sigue siendo significativa.
¿Neutralidad estratégica o desgaste innecesario?
Desde la perspectiva mexicana, la ruptura diplomática es consecuencia de una postura de principios: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se negó a reconocer a Dina Boluarte tras la destitución de Pedro Castillo, alegando una ruptura democrática en Perú. Bajo la doctrina de no intervención, México otorgó asilo a la familia de Castillo y posteriormente a Betssy Chávez, calificando este acto como un compromiso humanitario. En términos económicos, México pierde poco a corto plazo, ya que Perú representa menos del 1% de sus exportaciones globales. No obstante, el desgaste diplomático podría erosionar su liderazgo regional, mientras las inversiones mexicanas en Perú – valuadas en más de US$16 mil millones – enfrentan mayor incertidumbre.
| Aspecto | Antes del rompimiento | Después del rompimiento | Impacto estimado |
| Exportaciones mexicanas a Perú | US$1.771 millones (2023) | US$1.619 millones (2024) | −8,6% |
| Inversiones mexicanas en Perú | US$16.000 millones | Sin cambios formales | Riesgo político moderado |
| Liderazgo regional | Activo en Alianza del Pacífico | Cuestionado | Pérdida de influencia |
¿Reacción patriótica o autogol económico?
Perú presentó la ruptura como una defensa soberana, pero los costos económicos son evidentes. México es un socio clave: quinto proveedor global y mercado estratégico para la agroexportación peruana. Las exportaciones agroindustriales (uvas, quinua, aceite de palta, café) dependían del acceso preferencial a México. El enfriamiento diplomático amenaza esos logros. A su vez, los importadores peruanos de maquinaria, medicamentos y bienes de consumo podrían enfrentar alzas de precios y escasez de productos provenientes de México.
| Indicador | 2023 | 2024 | Tendencia |
| Exportaciones a México | US$867 millones | US$888 millones | Leve incremento (+2,4%) |
| Importaciones desde México | US$1.771 millones | US$1.619 millones | Caída (−8,6%) |
| Balanza comercial | −US$904 millones | −US$730 millones | Menor déficit, pero por menor comercio total |
Balance final y conclusión
Ni México ni Perú emergen vencedores. México mantiene estabilidad económica, pero pierde influencia diplomática y liderazgo regional. Perú, en cambio, afronta riesgos en su comercio exterior, encarecimiento de importaciones y estancamiento de su diversificación productiva. Ambos países debilitan a la Alianza del Pacífico y reducen la cooperación económica latinoamericana. El pragmatismo económico debe prevalecer sobre la confrontación ideológica: la integración y el diálogo son el camino hacia el desarrollo compartido.