Cuando Trump y Xi se encontraron en Busan, la atención mediática se centró en los aranceles y el fentanilo. Pero el verdadero pulso de poder se libró sobre un conjunto de minerales casi desconocidos para la mayoría: las tierras raras, la base silenciosa del progreso tecnológico y militar del siglo XXI.
El mineral que decide el futuro
Estos diecisiete elementos químicos – neodimio, disprosio, lantano, itrio, entre otros – permiten fabricar desde teléfonos hasta turbinas eólicas, vehículos eléctricos y misiles de precisión. Sin ellos, la economía digital y la defensa moderna se detendrían. China controla el 90 % del procesamiento global, lo que le otorga una palanca estratégica que supera cualquier ventaja arancelaria.
La tregua de Busan
El 30 de octubre de 2025, ambos líderes acordaron suspender temporalmente los controles chinos de exportación y reducir ciertos aranceles estadounidenses. El pacto fue presentado como un gesto de “estabilidad”, pero en realidad representa una tregua precaria dentro de la guerra tecnológica.
China conserva el poder de cerrar el grifo cuando lo estime necesario; EE. UU. obtiene oxígeno político, pero no autonomía industrial.
La nueva geopolítica de los materiales críticos
Las tierras raras son hoy lo que el petróleo fue en el siglo XX. Quien controle su refinamiento controlará la velocidad del desarrollo tecnológico mundial. La guerra fría de los chips se ha ampliado a los minerales.
Europa, EE. UU. y Japón intentan crear cadenas paralelas, mientras China firma acuerdos con África y América Latina. En este tablero, los países con reservas —como Perú y Brasil— podrían desempeñar un papel decisivo si desarrollan industrias propias y políticas de innovación.
América Latina y el riesgo de la dependencia
El desafío regional es evitar repetir el modelo extractivo clásico. Exportar solo materia prima implica perder el 80 % del valor económico generado en la cadena tecnológica. La región debe apostar por refinar, investigar y fabricar, creando polos de innovación asociados a universidades, gobiernos y empresas.
Conclusión
La reunión Trump–Xi demuestra que el poder global ya no se mide solo en armas o PIB, sino en control de átomos críticos. China ha comprendido esto mejor que nadie; EE. UU. apenas reacciona. América Latina debe decidir si será proveedor pasivo o actor estratégico.
En esta nueva era, la geología se ha convertido en geopolítica y la soberanía se mide en capacidad de innovación. Quien domine las tierras raras dominará el futuro.