Econ. Francisco Valdemar Chávez Alvarrán
Durante décadas se creyó que el porvenir de Cajamarca dependía del precio internacional del oro. Pero ahora esa idea comienza a debilitarse. Las reservas podrían agotarse gradualmente, las regalías podrían disminuir y los empleos asociados al sector minero ya no tendrían la misma estabilidad de años anteriores. Si eso ocurre, la región tendrá que tomar decisiones antes de que el canon minero deje de ser un colchón económico.
Se considera que la minería no desaparecerá, pero cambiará de rol. Si la región diseñara una transición inteligente hacia nuevos sectores productivos —biotecnología en cultivos nativos, turismo vivencial, agroexportación sostenible, industria cultural, gestión del agua y economía digital— podría construir un modelo complementario donde la minería no sea el corazón, sino una arteria más dentro de un sistema más amplio. Se presume que Cajamarca tiene los recursos humanos y naturales para iniciar una década de transformación productiva sin esperar ninguna autorización desde Lima.
Pero si no se planifica esa transición pronto, podrían surgir vacíos económicos y tensiones sociales. El empleo podría reducirse, los jóvenes podrían emigrar y los territorios rurales podrían quedar expuestos a la informalidad extractiva. Entonces se confirmaría que el canon fue más una dependencia que una oportunidad. No parece exagerado afirmar que la próxima década definirá si Cajamarca es un territorio minero o un territorio de conocimiento.
Se sugiere que la clave no será cerrar minas, sino abrir campos de investigación. Si se articulan universidades, comunidades y sector privado en torno a problemas reales del territorio, podrían surgir soluciones con valor económico y social. Se necesitaría un plan maestro con presupuesto plurianual, incentivos productivos y formación técnica intensiva. Cajamarca podría transformarse en laboratorio vivo de innovación rural. El país miraría con atención: allí podría estar su próximo modelo de desarrollo.
Si se conduce correctamente esta transición, la minería podría terminar siendo un aliado y no un obstáculo. Pasaría de ser protagonista a ser soporte, permitiendo que otras actividades florezcan sin conflicto. La región no tendría que renunciar a sus recursos, sino a la idea de que sus recursos son su destino. Cajamarca podría demostrar que el valor de un territorio no está solo bajo la tierra, sino en la cabeza de quienes la habitan.